
Nuestros hábitos de consumo tienen consecuencias para nosotros mismos (a nivel mental, físico, emocional y espiritual), para el planeta y las personas involucradas con ese producto o servicio que consumimos. Cuando compras un producto o servicio, estás apoyando a esa empresa y su forma de producir, distribuir, vender, cómo trata a sus empleados, qué gestión realiza de sus residuos, etc.Una empresa no sobrevive si no tiene clientes que compran.Si estas empresas existen, es porque hay personas que con su compra, apoyan la existencia de dicha empresa. Sería ideal que cuando vas a comprar un servicio o producto, vieras toda la realidad que hay detrás de la vida de eso que quieres adquirir: cómo se ha obtenido la materia prima, cómo trabajan las personas que lo producen, distribuyen y venden, cómo es el transporte, qué materiales de desecho se generan y cómo se gestionan, qué efectos tiene su uso para nuestra salud o la del planeta, etc. Pero la realidad es que en la publicidad o en la tienda sólo te muestran el resultado, y parece todo tan bonito, tan limpio, tan inmediato, tan barato o con tanto glamour, que nos cuesta vincularlo a un mar contaminado, al comercio de armas o a unos animales sufrientes en un laboratorio.